Manuela tenía vacaciones de Semana Santa el Viernes Santo y el Lunes de Pascua. No teníamos ninguna cosa fija para hacer, porque volver a Madrid no merecía la pena, el viaje en esta época es muy caro y además, nos acabamos de venir. Ya tendremos tiempo y muchas más ganas dentro de unas semanas.
A Manu le apetecía ir a visitar unos castillos que hay en la frontera de Alemania con Austria, y como no teníamos nada mejor que hacer pues allá que fuimos.
Nos levantamos prontito, bueno como siempre, en nuestras vidas casi ha desaparecido el despertador, todos los días entre las 7:30 y las 8:00 ya estamos preparándonos el desayuno. No hay cosa que me guste más que despertarme sin el ruido infernal del despertador de Manuela… ¿Por qué tienen que tener el volumen tan alto? Cuando vas a comprar un despertador deberían tenerlos para diferentes tipos de sueño, uno con la alarma flojita, para los que tenemos un sueño ligero, y luego el de Manuela, para la gente que no se despierta ni con despertador. En fin, pues sobre las 9:30 ya estábamos preparados para ir para allá. Nos esperaban hora y media de coche, primero autopista a toda velocidad y luego una carretera con curvas por paisajes alucinantes.
Dicen que este castillo de Neuschwanstein fue el que inspiró Walt Disney para diseñar el de Disney y también dicen que es uno de los monumentos más visitados y fotografiados de todo Alemania. Al llegar al sitio desde donde se accede a pocos kilómetros del pueblo de Schwaangau, ya se podía sentir que estas afirmaciones eran verdad verdadera. Tres parkings abarrotados de coches, gente por todas partes, una cola enorme para coger entradas para las visitas guiadas, y el castillo, igual que el de Disney.
Por suerte ya habíamos decidido que no íbamos a visitar el interior del castillo, así que empezamos a subir la cuesta empinada hasta el castillo, unos 30 minutillos. Según subíamos nos percatamos que la mayoría de turistas eran chinos-japones-asiáticos. Oleadas y oleadas todos con sus chandals, sus gafas de sol, sus cámaras y sus sonrisas de turista alegre, siempre están felices. También había muchos italianos y algún que otro grupito de españoles gritones.
Castillo desde abajo
Camino hacia el castillo
Llegando al castillo
Llegamos a la altura del castillo pero seguimos subiendo otros 15 minutitos hasta un mirador y un puente, el Marienbrücke, desde donde se ve el castillo mejor. Hacía bastante viento pero las vistas eran muy chulas. El puente esta a bastante altura con respecto al suelo y da un poquito de cosilla mirar para abajo pero había que hacerlo para ver el río que estaba muy chulo.
Marienbrücke
Típica foto del castillo
Ahora con nosotros
El río desde el puente
Ahora ente los huecos del puente, otro clásico de foto
A la que nos íbamos de allí una manada de turistas recién llegados en autobús se metieron en el puente y lo convirtieron en la calle Preciados el día de Navidad en un segundo, con ese panorama y dudando de la resistencia del puente de acero adornado con candaditos de amor, decidimos bajar a la zona del castillo y tomarnos un brezel para coger fuerzas.
Visto el castillo y fotografiado en exceso como habéis podido comprobar anteriormente, comenzamos la bajada por un camino alternativo que acortaba e iba por el bosque hasta la zona de los parkings.
Después de decidir nuestro siguiente destino volvimos a coger el coche y poner rumbo al castillo de Linderhof. Para llegar hasta allí, había que ir a Austria para cambiar de valle y volver entonces a Alemania. La carretera por la que se iba era una carretera estrecha que rodeaba un lago enorme rodeado de montañas verticales y aun nevadas, increíble. Todo muy bonito, pero, la lluvia empezó hacer acto de presencia y estropeó un poco el momento. Llegamos al parking de Linderhof y antes de empezar a andar, nos comimos una salchicha y un escalope con patatas fritas, un clásico en la comida bávara… Empezamos el paseo por la zona y bueno el castillos pues un poco feo la verdad pero el entorno…
Como hacía malo nos volvimos ya para casa, aún nos quedaban otra horita y media de vuelta diluviando todo el camino. Lo mejor la recompensa de un heladito en nuestro pueblo a la que llegamos :-)
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