Llegó el día de empezar una nueva vida. Después de meses de incertidumbre, de semanas de mudanza, de días preparando el equipaje y de horas encajando todo en el coche, empezamos nuestro viaje destino Múnich.
Primero de todo, dar las gracias a todos los que nos han ayudado en este proceso tan largo de desmontaje de nuestra casa. En especial a mi madre que ha tenido que organizar toda la casa para poder guardar la mayor parte de nuestras cosas, muchas gracias madre.
Todo estaba programado al minuto, la idea era salir el miércoles a las 17:00 de la tarde para llegar el viernes a las 18:00.
El tiempo se nos echaba encima, y el día antes parecía que no nos iba a dar tiempo a terminar. Entre otras cosas teníamos que probar que nos entrara todo lo que queríamos en el coche, así que bajamos las bicis al coche, las colocamos, tomamos medidas y otra vez en casa empezamos a simular cómo colocar todo en el coche.
Simulación de maletero
Parecía que más o menos podía entrar todo. Ya el miércoles empezó la cuenta atrás. Últimos viajes a casa de mis padres a llevar las ultimas mierdicas, la comida de la nevera y del congelador, los productos de limpieza y todas esas cositas pequeñas que se han ido quedando por ahí sin encontrar su sitio, como una red cazatruchas o la pierna de un playmobil buceador que apareció de repente. Después de limpiar bien la casa y de firmar el fin del contrato llegaba el momento de la verdad, cabría o no cabría todo en el coche.
Con la ayuda de Chus, empezaron a bajar, Manu y él las cosas al coche, mientras yo lo iba colocando. Primero las bicis, las botas de esquí, las 4 bolsas de deporte con la ropa, una caja con las cosas de cocina imprescindibles para el día a día, como la olla exprés. Luego metimos mi ordenador grande y la pantalla, la máquina de coser, la caja con algunas manuelidades, los neceseres, las dos mochilas con los portátiles y papeles del trabajo, la maletita para estos días de viaje, la bolsa gigante de embutido al vacío para unos cuantos meses, la caja de picapicas, los bastones de esquí y a última hora un par de garrafitas de aceite de oliva suave para cocinar. Bueno y en el techo con el portaesquís de Carlis los esquís. Por desgracia la tele no entró…
Por último, con una sábana negra cubrimos por encima de todo lo del maletero para que no se viera nada y listo, hora 16:58 . Puntualidad absoluta!!!
Maletero hasta arriba de cositas
Antes de partir, la última despedida, de las que más me han costado, la despedida de Chus, al que echaremos muchísimo de menos y esperamos venga pronto a visitarnos. Creo que esas tardes de Chip y de Best Ink va a ser de lo que más voy a echar de menos. Nos tenía preparada una última sorpresa, nos había dejado un regalito en la guantera sin que nos enteráramos, unas palmeras de chocolate riquísimas que nos devoramos rápidamente :-).
La primera parada era Zaragoza. Nerea, Gema y Fernando nos habían invitado a pasar allí la noche y así despedirnos de ellos también. El viaje muy tranquilo, menos mal que está cerca de Madrid, porque estábamos bastante cansados de la paliza de día que habíamos tenido. Como siempre que vamos a verles, nos cuidaron muy bien. Una rica cenita, hablar de las novedades y a dormir. Al día siguiente nos despertamos prontito y ya pudimos ver a Nerea en acción porque el día anterior se había quedado súper dormida.
Última despedida en España
Nos pusimos en marcha, próximo destino Grenoble. Empezaban a pasar los kilómetros cuando nos quisimos dar cuenta estábamos en Barcelona y poco después cruzando la frontera 450 km, nos quedaba aun la mitad. Paramos a comer en un Autogrill ya en Francia, eran las 14:30 y ya estaba cerrada la cocina, así que bocadillo, ensalada y un trozo de brownie y de regalo con un rasca y gana una napolitana de chocolate. El tramo siguiente se nos hizo un poco más largo, hay bastantes tramos en obras, aunque luego no haya nadie haciendo nada, solo conos cortando carriles, y lo peor, que no podíamos ir a 130 porque llevábamos los esquís en el techo y no es plan de liarla parda por una tontería. Los franceses, y generalizo porque fueron todos, les gusta mucho pegarse a tu culo y presionar para que te quites de su camino sin ningún tipo de distancia de seguridad.
Poco a poco nos fuimos acercando a Grenoble, los Alpes empezaban a aparecer mientras se iba haciendo de noche. Cuando llegamos ya nos estaban esperando Érika y Nikolai que nos habían encontrado un parking muy guay para dejar nuestro coche y todo su contenido. Nos prepararon también una riquísima cena y charlando nos dio la hora de irse a dormir para al día siguiente madrugar un poco también. La última despedida antes de llegar a Munich y otra vez al coche.
Llegando a Grenoble
Después de muchas dudas, decidimos ir por Suiza y Austria. El primer reto era conseguir la viñeta suiza, una pegatina tipo ITV con la que puedes circular durante ese año por las autopistas suizas. Al llegar a Ginebra, llegamos a la frontera. No entendíamos nada, en algún lado ponía viñeta, en otros change, carriles que se separaban, coches aparcados y muchos polis suizos, pero nada claro. Así que seguimos avanzando por intuición y mucha suerte, hasta un punto donde un segurata nos paró y nos vendió la pegatina. Pudimos pagar en euros, aunque nos devolvió en francos pero bueno en las siguientes paradas los fuimos gastando.
Lo mejor de pasar por Suiza aparte de disfrutar de sus paisajes, es que puedes disfrutar de los mejores snaks del universo. Los Jumpys, unos canguritos de patata, crujientes y huecos por dentro con un ligero sabor a paprika. Acompañados con una cocacola, un buen aperitivo para amenizar, durante un rato, no el viaje, si no ser copiloto, jeje.
Aperitivo suizo
Pasamos por todas las ciudades grandes del norte de Suiza hasta llegar a la frontera. No se si no cogimos la carretera adecuada o qué, pero al entrar en Austria tuvimos que atravesar un polígono con muchísimo trafico hasta llegar a la autopista que llevaba a Múnich, un poco rollo. Nada más entrar en Austria vimos ya muchas laderas cubiertas de nieve y se veían de fondo los Alpes austriacos. Esto en invierno tiene que ser una pasada con todo nevado. Poco rato después llegamos a Alemania, y todos los coches de nuestro alrededor empezaron a volar. Se acabo la limitación de velocidad y nosotros seguíamos a nuestra lenta velocidad sufriendo para adelantar a los camiones mientras los cochazos pasaban por la izquierda a toda velocidad. Algún día exprimiremos al golfete un poco, aunque a sus 190000 km no se yo si arriesgarme…
200 kilómetros más tarde llegábamos a Munich, y en la salida de la autopista Garching Sur, estábamos en nuestra nueva casita.