Se acabó el viaje, nos queda una última mañana y, después de comer, cogemos el transfer al aeropuerto. Yo aún tengo la esperanza de que haya overbooking y nos tengamos que quedar un par de días más.
Nuestro hotel, el edificio “bajito” gris oscuro, solo 15 plantas
Nuestra habitación
Desayunando
Sección gofreras del desayuno
Como el vuelo de las tías salía antes que el nuestro, les hemos acompañado a la estación de autobuses de Manhattan, donde salía su Uber al aeropuerto. Unos últimos transbordos locos del tren y metro y llegamos. No sé cuántas líneas de metro y transbordos hemos hecho, pero creo que no hemos repetido ninguno. Hay muchas líneas que hacen el mismo recorrido, unas exprés, otras normales. Hay muchas salidas a la calle en la misma parada y, cuando sales, vas desorientado, y eso que hay Google Maps. Un lío, pero divertido, salvo por tener que subir el carro de Álex por las escaleras casi siempre.
Al lado de la estación había un Five Below, una tienda de cosas baratas donde aproveché para comprar unas chuches para llevarme a casa, y Álex se compró una ardillita de peluche porque se ha quedado enamorado de las de verdad.
La idea ahora era ir al MET, Museo Metropolitano de Arte, pero al llegar, resultó que los miércoles está cerrado. Así que nada, de vuelta al hotel, comer la última hamburguesa y a esperar al transfer.
Arboleda llegando al museo
Fuente en el MET
MET cerrado, no éramos los únicos
Último paso por el Oculus
Nuestra estación de tren favorita
Última hamburguesa
Y comienza la peor parte de los viajes: la vuelta a casa. Primero. El transfer, que sí, que es muy cómodo ir de puerta a puerta, pero es una incertidumbre lo que vas a tardar en esta ciudad… Una hora y 45 minutos de atascazo, un infierno.
Llegamos al aeropuerto con tensión ya.
Segundo. Facturamos maletas y una cola para pasaportes y control de equipajes… los trabajadores, antipatiquísimos. Pues en un espacio superreducido la cola daba mil vueltas, tipo cola de montaña rusa. Pasas pasaportes, eso bien, te hacen una foto y listo, y después otra cola igual para control de equipajes. Y aquí, caos: que si pasas por aquí, que si ahora no, ahora te gritan algo… Menos mal que la abuela se ha abierto paso y hemos podido empezar a poner las cosas en las bandejas para pasar el arco de seguridad. Ha sido terrible, un desastre. En fin, que como siempre, nos quejamos mucho de lo nuestro, y luego viajas un poco… y resulta que tenemos lo mejor…
Y por último. No hemos tenido ni que esperar para embarcar, estaban empezando ya a subir los VIPs y, con bebé, nos han dejado subir directamente.
Así que, por fin, ya estamos sentados en el avión volviendo a casa. Frío mortal como siempre e incertidumbre por cómo pasaremos la noche en el avión. ¿Se dormirán los niños? Llegamos a Madrid a las 7 de la mañana… a ver cómo se da…
Chupachups para los oídos
Con funda de Shadow
Ya en casa, todo bien. Ahora, a gestionar el jet lag de tres niños… y, entre medias, el nuestro.
Hasta el próximo.
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